LA ESCUELA NUEVA:
Johann Friedrich Herbart, Friedrich Froebel, John
Dewey, María Montessori y Ovide Decroly
La
Escuela Nueva, retoma el paidocentrismo de la ilustración, pone al niño en el
centro del proceso enseñanza y aprendizaje, propone una reforma a la educación
tradicional, se respeta y estimula la libertad del niño, cambia el rol del
maestro, se nutre de enfoques psicológicos y científicos para la comprensión de
las necesidades de la infancia.
Johann Friedrich Herbart |
Herbart, planteó que el modelo pedagógico atiende a finalidades de orden
ético, para crear el carácter moral en el niño, a partir de un enfoque
psicológico. Precursor de la “pedagogía científica”. Daba vital importancia a
la teoría del interés, retomando los aportes dados por Comenio, Rousseau y
Pestalozzi, donde establece que es necesario despertar el interés en el
educando desde el inicio, para que el proceso de enseñanza sea eficaz. Reafirma
lo improductivo que son los castigos ya que la enseñanza debe mantenerse en constante
gozo, idea ya formuladas por muchos pedagogos.
La
educación es un proceso gradual, donde se va generando conocimiento a partir
del contacto con la naturaleza, las relaciones espirituales y sociales, de ahí el
papel preponderante que juega el ambiente. Da gran importancia al rol del
educador como ente que brinda una influencia directa en el educando. La
actividad educativa para Herbart se compone de tres elementos: la instrucción,
la disciplina y el gobierno (es decir la generación de las condiciones que
permiten la instrucción).
Bajo su
fundamento teórico y modelo didáctico, establece que hay cuatro etapas de la
enseñanza: a) La claridad del objeto o aprehensión estática; b) La asociación o
comparación, cambio de una aprehensión a otra; c) Sistematización o
generalización (comprensión de los diversos objetos en su profunda relación
mutua) y d) Método o aplicación, del
conocimiento adquirido, a través de un proceso de conciencia.
Friedrich Froebel |
John Dewey |
Dewey
identifica el acto reflexivo de conocimiento como una investigación, donde
señala las fases que sigue el niño en forma inconsciente, las cuales son: a) Situación
problemática, b) intelectualización o Delimitación, c) Observación y
experimento, d) Reelaboración de hipótesis y e) su verificación. Lo cual es un
proceso biológico que deviene en la elaboración de ideas y símbolos validados
por la interacción social, pero estas ideas deben ser propias del niño y no
parcializada bajo lo que otros quieren que piense o entienda.
Aboga
por el aprender haciendo, bajo concepciones sociales aprendidas por sí mismo, los
niños crean usando materiales brutos, por ello Dewey considera necesario el equipamiento
de laboratorios, talleres y jardines para las escuelas y el uso de juegos,
representaciones y dramatizaciones para reproducir las situaciones de la vida.
El proceso educativo tiene dos facetas, una psicológica y otra social, es decir
se busca facilitar el desarrollo del potencial del individuo para que éste se
logre desempeñar en sociedad.
María Montessori |
Aula Montessori
Los materiales deben mantenerse ordenados
Trabajo grupal.
Ovide Decroly, creó el método de “centros de interés”, donde se desarrolla una actividad alrededor de un tema acorde a los intereses del niño. Es importante notar que para Decroly el motor del aprendizaje es el interés, pero no entendido en la forma en que Herbart lo planteó enfocado a los gustos del educando, sino que en un sentido más amplio ligado estrictamente a las necesidades del niño. Las fases de los centros de interés son: a) la observación, b) asociación y c) la expresión.
Ovide Decroly |
EJEMPLOS MÉTODO IDEO-VISUAL
Respeta el principio de libertad, tal como Rousseau y Dewey entre otros pedagogos. Parte de la función de globalización, donde el niño conoce de forma global y abstracta las cosas y a partir del interés existente va depurando el conocimiento a una forma más concreta y sistematizada.
Establecía
parámetros de verificación del aprovechamiento del aprendizaje, así como también
la inclusión de la planeación y ejecución de experimentos, por lo cual se le
atribuye de mejor manera el término de “pedagogía científica”.
A manera
de conclusión, se denota que a partir de los aportes dados principalmente por
Comenio, Rousseau y Pestalozzi, los pedagogos de la escuela nueva, activa o progresista
basaron todos sus esfuerzos en sentar un fundamento científico a las pautas
establecidas por dichos pensadores, se retomaron principios básicos como el
interés, la libertad, individualidad, naturalidad y desarrollo del niño,
introduciéndolo a un campo práctico con resultados satisfactorios, siendo éste
el mayor logro de esta corriente pedagógica, se logró la transición del texto
al contexto ya esbozada por sus predecesores nutriéndola de teorías y enfoques
tanto científicos, experimentales y psicológicos, que permitieran generar
nuevas teorías en cuanto al pleno desarrollo integral de los niños.
Tal es
la influencia de la Escuela Nueva, que sigue constituyendo una metodología
pedagógica ampliamente aplicada en la actualidad en cuanto a la educación
inicial, las guarderías, jardines infantiles, instituciones de educación
especial, etc. ponen en práctica los lineamientos de esta corriente, ya que
obedece de mejor manera a los intereses y capacidades de los niños en su
primera infancia o los que adolecen de algún tipo de discapacidad mental, a
diferencia de la educación tradicional o directamente otras corrientes que ignoraban
esta etapa tan importante. A pesar que también recibió muchas críticas, al considerarse
poco planeada, indisciplinada, que proporciona escasos conocimientos y
demasiado recreativa, es un hecho indudable que los métodos de esta escuela son
el resultado de todos los aportes dados ya sea en forma directa o indirecta de
diversos pensadores desde Platón, el humanismo, Comenio, Rousseau, Pestalozzi,
Herbart y otros, con el fin de lograr establecer las pautas que ayudarían a que
el individuo se desarrolle integralmente dentro de la sociedad.
[1]
Historia de la pedagogía, Abbagnano, Nicola, Visalberghi, A. Editorial: Fondo
de Cultura Económica, Novena reimpresión, España, 1992. Pág. 441