lunes, 16 de junio de 2014

LA ESCUELA NUEVA

LA ESCUELA NUEVA:
Johann Friedrich Herbart, Friedrich Froebel, John Dewey, María Montessori y Ovide Decroly

La Escuela Nueva, retoma el paidocentrismo de la ilustración, pone al niño en el centro del proceso enseñanza y aprendizaje, propone una reforma a la educación tradicional, se respeta y estimula la libertad del niño, cambia el rol del maestro, se nutre de enfoques psicológicos y científicos para la comprensión de las necesidades de la infancia.

Johann Friedrich Herbart
Herbart, planteó que el modelo pedagógico atiende a finalidades de orden ético, para crear el carácter moral en el niño, a partir de un enfoque psicológico. Precursor de la “pedagogía científica”. Daba vital importancia a la teoría del interés, retomando los aportes dados por Comenio, Rousseau y Pestalozzi, donde establece que es necesario despertar el interés en el educando desde el inicio, para que el proceso de enseñanza sea eficaz. Reafirma lo improductivo que son los castigos ya que la enseñanza debe mantenerse en constante gozo, idea ya formuladas por muchos pedagogos.

La educación es un proceso gradual, donde se va generando conocimiento a partir del contacto con la naturaleza, las relaciones espirituales y sociales, de ahí el papel preponderante que juega el ambiente. Da gran importancia al rol del educador como ente que brinda una influencia directa en el educando. La actividad educativa para Herbart se compone de tres elementos: la instrucción, la disciplina y el gobierno (es decir la generación de las condiciones que permiten la instrucción).

Bajo su fundamento teórico y modelo didáctico, establece que hay cuatro etapas de la enseñanza: a) La claridad del objeto o aprehensión estática; b) La asociación o comparación, cambio de una aprehensión a otra; c) Sistematización o generalización (comprensión de los diversos objetos en su profunda relación mutua)  y d) Método o aplicación, del conocimiento adquirido, a través de un proceso de conciencia.

Friedrich Froebel
Friedrich Froebel, fue el creador del Kindergarten, que era un espacio de interacción de los niños en su primera infancia, donde van desarrollando sus capacidades mediante los juegos, los cuales consideraba la más alta forma de desarrollo de la niñez ya que parten de la libertad de éste y que son precursores del desarrollo del niño, por ello también prestó especial importancia a los juguetes que pudieran colaborar en una educación activa, además debe mantener contacto con la naturaleza y el maestro debe ser un guía firme, pero sin el uso de castigos y coacción.

John Dewey
John Dewey, considera que “es indispensable que la enseñanza se funde en intereses reales”[1]. Parte de la experiencia y la naturaleza y su estrecha correlación. Reconoce la importancia de la lógica, tal como hizo Aristóteles y le concibió un valor instrumental y operativo.

Dewey identifica el acto reflexivo de conocimiento como una investigación, donde señala las fases que sigue el niño en forma inconsciente, las cuales son: a) Situación problemática, b) intelectualización o Delimitación, c) Observación y experimento, d) Reelaboración de hipótesis y e) su verificación. Lo cual es un proceso biológico que deviene en la elaboración de ideas y símbolos validados por la interacción social, pero estas ideas deben ser propias del niño y no parcializada bajo lo que otros quieren que piense o entienda.

Aboga por el aprender haciendo, bajo concepciones sociales aprendidas por sí mismo, los niños crean usando materiales brutos, por ello Dewey considera necesario el equipamiento de laboratorios, talleres y jardines para las escuelas y el uso de juegos, representaciones y dramatizaciones para reproducir las situaciones de la vida. El proceso educativo tiene dos facetas, una psicológica y otra social, es decir se busca facilitar el desarrollo del potencial del individuo para que éste se logre desempeñar en sociedad.

María Montessori
María Montessori, a partir de un enfoque científico experimental, considera que la educación es necesaria y de vital importancia para el desarrollo del individuo en el proceso de crecimiento. Su método consistía básicamente en propiciar la autoeducación del niño, para lo cual se le brindaba libertad en un ambiente preparado para que éste logre desarrollar su potencial, el maestro sirve únicamente de guía sin interferir en los esfuerzos del niño, se debe proporcionar material adecuado a la edad que logre la estimulación sensorial en el niño. También hay tareas grupales respetando el propio estilo y ritmo de cada uno y se promueve el orden en cuanto al uso de materiales para la realización de cualquier actividad.







Aula Montessori



Los materiales deben mantenerse ordenados










   Trabajo grupal.






Ovide Decroly, creó el método de “centros de interés”, donde se desarrolla una actividad alrededor de un tema acorde a los intereses del niño. Es importante notar que para Decroly el motor del aprendizaje es el interés, pero no entendido en la forma en que Herbart lo planteó enfocado a los gustos del educando, sino que en un sentido más amplio ligado estrictamente a las necesidades del niño. Las fases de los centros de interés son: a) la observación, b) asociación y c) la expresión.

Ovide Decroly
El maestro era un guía y organizador que orientaba y planteaba objetivos flexibles a seguir y tenía que respetar la personalidad del niño. A partir de la influencia de Froebel, estableció la necesidad de diversos tipos de juegos educativos y observación de seres vivos. Uno de sus logros más importantes es la enseñanza de la lectura a partir del método ideo-visual, que apoya el aprendizaje de la ortografía en dibujos.


EJEMPLOS MÉTODO IDEO-VISUAL











Respeta el principio de libertad, tal como Rousseau y Dewey entre otros pedagogos. Parte de la función de globalización, donde el niño conoce de forma global y abstracta las cosas y a partir del interés existente va depurando el conocimiento a una forma más concreta y sistematizada.

Establecía parámetros de verificación del aprovechamiento del aprendizaje, así como también la inclusión de la planeación y ejecución de experimentos, por lo cual se le atribuye de mejor manera el término de “pedagogía científica”.

A manera de conclusión, se denota que a partir de los aportes dados principalmente por Comenio, Rousseau y Pestalozzi, los pedagogos de la escuela nueva, activa o progresista basaron todos sus esfuerzos en sentar un fundamento científico a las pautas establecidas por dichos pensadores, se retomaron principios básicos como el interés, la libertad, individualidad, naturalidad y desarrollo del niño, introduciéndolo a un campo práctico con resultados satisfactorios, siendo éste el mayor logro de esta corriente pedagógica, se logró la transición del texto al contexto ya esbozada por sus predecesores nutriéndola de teorías y enfoques tanto científicos, experimentales y psicológicos, que permitieran generar nuevas teorías en cuanto al pleno desarrollo integral de los niños.



Tal es la influencia de la Escuela Nueva, que sigue constituyendo una metodología pedagógica ampliamente aplicada en la actualidad en cuanto a la educación inicial, las guarderías, jardines infantiles, instituciones de educación especial, etc. ponen en práctica los lineamientos de esta corriente, ya que obedece de mejor manera a los intereses y capacidades de los niños en su primera infancia o los que adolecen de algún tipo de discapacidad mental, a diferencia de la educación tradicional o directamente otras corrientes que ignoraban esta etapa tan importante. A pesar que también recibió muchas críticas, al considerarse poco planeada, indisciplinada, que proporciona escasos conocimientos y demasiado recreativa, es un hecho indudable que los métodos de esta escuela son el resultado de todos los aportes dados ya sea en forma directa o indirecta de diversos pensadores desde Platón, el humanismo, Comenio, Rousseau, Pestalozzi, Herbart y otros, con el fin de lograr establecer las pautas que ayudarían a que el individuo se desarrolle integralmente dentro de la sociedad.




[1] Historia de la pedagogía, Abbagnano, Nicola, Visalberghi, A. Editorial: Fondo de Cultura Económica, Novena reimpresión, España, 1992. Pág. 441